Artículo publicado por M José Díaz de Tuesta en EL PAIS el 1 de junio de 2012
La iniciativa de adelantarse a
los tiempos, con la mirada puesta en el medio plazo, y definir el Madrid del
siglo XXI surgió con el anterior equipo del Ayuntamiento de Madrid, con Alberto
Ruiz-Gallardón a la cabeza. En 2009 convocó un concurso para elaborar el
Proyecto Madrid Centro (PMC), que ganó un equipo multidisciplinar (sociólogos,
economistas, juristas...) dirigido por los arquitectos José María Ezquiaga
(autor de la prolongación de Castellana y Premio Nacional de Urbanismo), Juan
Herreros (autor del museo Edvard Munch, de Oslo) y Salvador Pérez Arroyo (Nuevo
Teatro de Ópera en Lago Mayor de Italia). Tres años después, este proyecto
innovador y, en algunos aspectos revolucionario, en el que han colaborado hasta
50 expertos (Ariadna Cantis, Juan Fisac, Belinda Tato o Eva Hurtado) ha
recibido el prestigioso galardón en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y
Urbanismo (BIAU) en la categoría de Trabajos de Investigación, en la que
competía con otros 70 proyectos internacionales. Además, ha sido seleccionado
para representar a España en el Premio Europeo de Urbanismo.
Sin embargo, a pesar del aval internacional y de constituir
una “excelente hoja de ruta”, según Gallardón, para inspirar el próximo Plan
General de Ordenación Urbana (PGOU), parece que ha entrado en dique seco.
Precisamente cuando el equipo de Ana Botella se ha propuesto como uno de sus
proyectos estrella la revisión del plan que sustituirá al vigente de 1997. “Es
el momento para que entre todos pensemos la ciudad del futuro”, declaró Botella
hace unos meses. Y el día que se conoció el premio, el Ayuntamiento lo celebró en una nota de prensa. Sin embargo, el
equipo redactor del documento tiene la sensación de que no se cuenta con él.
“No estamos interviniendo en nada, salvo participar en una mesa sectorial entre
unos cuantos colectivos más”, asegura Ezquiaga.
“Es uno más de los muchos documentos de cabecera, pero no el
único”, afirma José Luis Infanzón, director del Plan General de Ordenación
Urbana. Según este arquitecto, el Proyecto Madrid Centro es un plan
estratégico, incluye propuestas de carácter general: “Es un banco de ideas,
mientras que el PGOU tiene que concretar más y abarca un área mayor que el de
Madrid Centro”. Subraya que el documento encargado al equipo externo “es un
proyecto del Ayuntamiento que lo ha hecho suyo, pero el PGOU lo está
desarrollando un equipo interno del Ayuntamiento que tiene expertos y
urbanistas muy capaces para evaluar qué proyectos desarrollar y cuáles no”.
En plena
resaca de la burbuja inmobiliaria, reinventar Madrid y colocarla en el circuito
internacional (junto a Londres ya consolidada o París en claro resurgimiento)
es el principio que atraviesa el Plan Madrid Centro. Otro es trabajar sobre la
ciudad ya existente. “Apostamos por el reciclaje entendido tanto en sentido
material como intelectual. Utilizar los entramados del pasado, pero con
libertad”, explica Ezquiaga. Es más innovador trabajar en el Centro que en San
Chinarro, opina Herreros. “La idea más ambiciosa es que, frente a lo difícil
que resulta a una ciudad como Madrid ser novedosa trabajando sobre nueva
planta, repitiendo modelos agotados, se puede ser mucho más innovador y
vanguardista trabajando sobre lo ya existente”.
Pérez Arroyo, que se centra en el aspecto económico, habla de la necesidad
de repensar la densidad. “Madrid es de baja intensidad en el extrarradio, muy
antieconómico, como el modelo de Esperanza Aguirre que solo permite cuatro
alturas. Hay que repensar cómo crece la ciudad. En muchos lugares, como el
Ensanche, la Ciudad Universitaria, la salida hacia Azca... hay grandes espacios
que deben ser reconsiderados, buscando ciudades rentables desde el punto de
vista energético”.
La superficie sobre el que trabaja el Proyecto Madrid Centro (el interior
de la M30) es de 50,7 kilómetros cuadrados sobre 606 que ocupa todo el
municipio de Madrid, y afecta a 1,075 millones de habitantes sobre un conjunto
de 3,238 millones. Plantea la ciudad en distintos ejes que formarían una malla urbana:
cultural, del conocimiento, verde...
Para empezar, propone una nueva organización de la ciudad a partir de
agrupaciones de varias manzanas, de forma que el tráfico de paso circule por el
perímetro dejando las calles interiores para residentes. Es una vuelta a la
idea anglosajona de la unidad vecinal, donde alrededor de un colegio o la
parada de metro se organizan las viviendas. “Parece muy innovador pero solo
porque se ha perdido la memoria histórica”, dice Pérez Arroyo. “Se trata de
crear comunidades más pequeñas que comparten servicios”. Este esquema se puede
aplicar, por ejemplo, al área que comprende las calles de Serrano, Ortega y
Gasset , Velázquez y Goya. Su interior, para los residentes, estaría formado
por calles tranquilas, según las denominan los ciclistas.
Hablando de bicis, un itinerario muy apropiado para ellas es uno de los
ejes verdes, que a su vez se integra en la idea de naturalización de la ciudad.
Se parte del río, que ya está hecho y es la columna vertebral de Madrid. El eje
más espectacular sería el que arranca en el Parque del Oeste y sigue por
Vallehermoso, Canal de Isabel II, Colina de los Chopos (que incluye una
operación de ordenar ese espacio desaprovechado para el público), parque de
Berlín y M-30 este. Esas manchas verdes que ya existen se enlazan por franjas
de ciudad más peatonales, con verde hasta en las fachadas y huertos en las
azoteas. “Como si la naturaleza de la Casa de Campo invadiera la ciudad y recuperara
su dominio”.
Y donde sea posible, generar actividades creativas, innovadoras y no
convencionales. Se trataría de crear nuevos espacios para la innovación. Hibridar la ciudad universitaria con la implantación de
empresas punteras. Un ejemplo, a la salida de la universidad y enfrente de las
oficinas de Hewlett Packard. “Así se lanzaría la universidad a un nivel
productivo muy importante”, destaca el equipo redactor. Todo esto unido al
factor conocimiento que equivale hoy a las materias primas en otros siglos. “No
todos los diseñadores están en Milán, ni todos los informáticos han nacido en
Silicon Valley, y Madrid tiene una calidad espacial importante”, destaca
Herreros.
El eje del Conocimiento apela al valor de lo intangible. Se da mucha
importancia al valor económico de las ideas, “solo hace falta mirar Facebook”.
Y Madrid, consideran, es una ciudad con una enorme capacidad para recibir ideas
vanguardistas. Pero requiere importantes cambios: el principal, una normativa
más flexible. Propone tres polos, en torno a Ciudad Universitaria, Colina de
los Chopos (donde se ubican la Escuela de Ingenieros Industriales, el Museo de
Ciencias Naturales, el CSIC y la Residencia de Estudiantes) y el entorno de
Méndez Alvaro-Abroñigal.
Cuando se habla del eje cultural, siempre se habla de la milla de los
museos. “Pero existen excelentes posibilidades al sur, con Caixa Fòrum, La Casa
Encendida, Tabacalera y el Price, y Matadero”, dice Ezquiaga. “Un eje que
empieza en la cultura establecida y acaba en la innovación. Y que anima a la
aparición de nuevos espacios de arte, como Media Lab, generando itinerarios que
producen cultura. Y en Arganzuela hay una concentración de espacios de
oportunidad”.
¿Y qué hacer con los edificios en mal estado? Reciclar. Una reutilización
creativa de las construcciones existentes: transformar para conservar. “Es una
bendición que, al no haber dinero, se haya podido hacer una rehabilitación
modélica en Matadero”, ironizan. El plan contempla el reciclaje de los barrios
de Lavapiés, Tetuán y Valdeacederas, toda la trasera de Bravo Murillo y a pocos
metros de la Castellana y la Plaza de Castilla. Zonas privilegiadas por su
situación, pero deterioradas, donde se concentra el mayor número de inmigrantes
y que en muchos aspectos es —aún— una “bolsa de vivienda tercermundista”.