martes, 28 de febrero de 2012

El mirador del Diablo Cojuelo, a punto

Artículo publicado por Rafael Fraguas en EL PAIS, el 24 de febrero de 2012
La torre de la iglesia de Santa Cruz, que fue la más alta de Madrid hasta la construcción en 1926 de la Telefónica, afronta andamiada la última fase de una restauración integral regida por el Gobierno regional que le devolverá el aspecto saneado de atalaya que siempre tuvo en el arranque de la calle de Atocha, no lejos de la Plaza Mayor.
La torre y la iglesia han sufrido intensa erosión interior y externa a consecuencia de las humedades y la contaminación atmosférica.
El templo fue erigido entre 1890 y 1902 por suscripción pública. Los planos del arquitecto y alcalde de Madrid, marqués de Cubas, proyectaron un edificio único de estilo neogótico y neomudéjar. Los 52 metros de altura de su torre se ven coronados por un matacán o castillete en piedra caliza de Novelda y Bateig que le otorga un aire florentino. En su cima, que domina Madrid con una excelente vista, situó Luis Vélez de Guevara el observatorio desde el que su personaje “el Diablo Cojuelo” escrutara la vida privada de los moradores de la ciudad. El actual recinto eclesial es heredero de una ermita altomedieval y se alza sobre los cimientos del antiguo monasterio de Santo Tomás y de sendas iglesias que ardieron consecutivamente. La iglesia-parroquial de Santa Cruz, donde tienen su sede algunas de las cofradías más veteranas de la ciudad, alberga un fragmento de la cruz de Cristo, Lignum Crucis, que le da nombre.
Con fachada en ladrillo aplantillado castellano y planta interior cuadrada que evoluciona hacia otra octogonal en ascenso gracias a un juego de pilares, los paramentos o muros de la torre, al igual que su estructura interna de madera, han sido restaurados y saneados de humedades. Además, le ha sido instalado un sistema contra incendios y han quedado reordenados sus circuitos y cableados eléctricos, según explica Pedro Ponce de León, arquitecto-director de la restauración.
Las obras fueron visitadas ayer por Ignacio González, consejero de Cultura y vicepresidente del Gobierno regional, que sufraga unas obras que alcanzan un presupuesto de 633.000 euros, más el 18% de IVA. En el curso de la visita al templo y a su torre, el vicepresidente regional anunció un proyecto de ley “que agilizará los trámites para la protección y conservación del patrimonio madrileño”, si bien no especificó la naturaleza de la futura norma.
El arquitecto Ponce de León ha encontrado una imagen de la iglesia, incluida en los primitivos planos trazados por el marqués de Cubas -título pontificio asignado al arquitecto por León XIII sin relación con el constructor de la catedral de La Almudena- que incluían un pináculo adicional en forma de aguja de hasta 20 metros más que coronaría la torre a 72 metros.

Sobre la nueva sede del COAM: "Nueva vida para justicia"

Artículo publicado por M. José Díaz de Tuesta en EL PAIS el 24 de febrero de 2012
Las antiguas Escuelas Pías, en la calle de Hortaleza, 63, cerca de la casa donde tenía su imprenta Benito Pérez Galdós, eran hasta 2005 un edificio deshabitado, silencioso y rodeado de andamios, que imponía una cierta atmósfera sombría a la calle. Han pasado 12 años y, después de una profunda reforma integral de su espacio interior, conservando la morfología de la fachada, comienza una nueva vida cuando el miércoles traslade allí su sede el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM). Poco a poco, hasta finales de verano, se irán incorporando el resto de servicios, como la escuela de música, el centro de día o las piscinas. La apertura de este edificio abre nuevos espacios públicos a un barrio, el de Justicia, que se ancla en la tradición del Madrid de finales del siglo XIX.
Tres edificaciones más se unen a esta transformación. Barceló no será únicamente un mercado. Es solo el origen de un proyecto más ambicioso. En torno a él se creará una biblioteca, instalaciones deportivas y una terraza en la cubierta. El mercado de San Antón, en la calle de Augusto Figueroa lleva meses saboreando el éxito entre vecinos y visitantes. Por último, se une a esta nueva trama urbana la Escuela de Arte Dramático, el albergue y guardería municipal situados en un edificio en Mejía Lequerica, 21.
Este barrio es un ensayo de las nuevas tendencias en la arquitectura y urbanismo orientadas, por razones que todos sabemos, más que a la construcción de obra nueva, a intervenciones sobre edificios ya existentes para dotarles de nuevos usos. Y esto está pasando en un entorno que quiere por encima de todo preservar su identidad, aunque algunas críticas indiquen que no siempre se consigue.
“Esta no es una operación aislada, sino que se encuadra dentro de la política urbanística de las dos últimas legislaturas de revitalizar el centro histórico como han hecho las grandes capitales europeas, que han intervenido en centros históricos por estar degradados o por la propia expulsión de los habitantes en los procesos del siglo XX”, explica José Luis Infanzón, arquitecto y director del Plan de Ordenación Urbana, curtido en las grandes transformaciones urbanísticas de Madrid de los últimos años, como la del barrio de los Austrias o Madrid-Río. El proceso de las obras suele ser largo y penoso para el vecindario y, cómo no, objeto de críticas. Infanzón lo da por sentado y lo sobrelleva inspirándose en una frase de Oscar Wilde: “No conozco el secreto del éxito, pero sí el del fracaso, intentar contentar a todo el mundo”. “Llevo muchos años en espacios públicos y es imposible, pero una vez que se han visto los beneficios, los ciudadanos suelen olvidar rápidamente las penurias. Ha pasado en Madrid-Río, que ha acabado con la degradación de los distritos colindantes y con los 150.000 vehículos que pasaban todos los días por delante de sus casas. O los vecinos del COAM, que han pasado de tener delante un edificio abandonado a otro de este nivel con piscina en el centro de la ciudad”.Con estas operaciones se persigue el impulso económico de la zona, que sea sostenible, que ayude a la cohesión territorial y que sea compatible con la calidad de vida de los ciudadanos. Y algo que a veces es difícil de conseguir, según el director del plan: “Como toda capital con atracción turística debe de aumentar ese atractivo exterior compatibilizándolo con dar servicios a sus habitantes y hacerles la vida más agradable. El barrio de Justicia es un ejemplo claro, como lo es el de las Letras o Lavapiés”.
La Asociación de Vecinos del Barrio de Justicia le da la razón en casi todo. “Teniendo en cuenta que desde 1997 llevamos pidiendo estos cambios, estamos muy satisfechos y los vecinos en general están contentos, sobre todo, los que conocen los planes. Pero siempre habrá algo de polémica por la estética”, razona su presidente, José Carlos Nicolau. “Pero sí, tenemos ya casi todo”, admite. Casi todo. Porque hay algo que lo dan por imposible: “La regulación del ocio nocturno, la selva que es y la imposibilidad de controlarlo, aunque algo se haya mejorado”.
Los próximos inquilinos del edificio de las Escuelas Pías, que estos días están en plena mudanza, ven todo ventajas en el traslado. “Es una nueva forma de vivir la arquitectura, abierta y transparente, de participación con los ciudadanos, de reflexionar sobre la calidad de vida, la movilidad o las actividades económicas”, celebra José Antonio Granero, decano del COAM. “Y esto se ve en el nuevo edificio que no tiene pasillos, sino espacios que se unen y usos que se mezclan”.
Concebido como un gran centro revitalizador de la ciudad, y localizado entre los barrios de Chueca, Malasaña y Chamberí, el proyecto del arquitecto Gonzalo Moure ocupa 20.000 metros cuadrados, de los cuales 12.000 serán la sede de los arquitectos, que albergará la fundación, el Museo Nacional de Arquitectura, sala de exposiciones, biblioteca y tienda. Los 8.000 restantes, cuya construcción y equipamientos corren a cargo del COAM a cambio del uso del edificio durante 75 años, acogerá distintos equipamientos municipales: escuela infantil, escuela de música, centro de día para mayores, piscinas públicas, restaurante, terraza y aparcamiento con 466 plazas para la venta y de rotación. El coste del proyecto es de 37 millones de euros. Un jardín interior con dos magnolios, abierto al público, presidirá, según la definición del decano, esta “pequeña ciudad dentro de la ciudad”. A él le tocará inaugurarla. Pero cabe recordar que se gestó con los dos decanos que le han precedido, Ricardo Aroca y Paloma Sobrini.
A poca distancia, otra pequeña ciudad con múltiples usos está gestándose. A este proyecto, quizás el último gran proyecto de la época dorada, se le conoce popularmente como “el mercado de Barceló”, pero la denominación se queda corta puesto que (solo) ocupa un tercio de los 38.695 metros cuadrados de superficie construida. El mercado, que tendrá 12.645 metros cuadrados, es el impulsor de esta operación que se realiza sobre otro mercado ya existente (y que ahora sigue activo en uno temporal) y con unos comerciantes que llevaban mucho tiempo establecidos. El nuevo tendrá dos plantas más. De cuatro, las tres primeras se destinarán a los puestos (en torno a 100) y la última para distintos usos del Ayuntamiento. Una gran novedad. La cubierta del mercado será una terraza pública. “Queríamos recuperar las plazas elevadas, que no son tan habituales en Madrid, como la del Círculo de Bellas Artes”, explica Fuensanta Nieto, autora del proyecto junto a Enrique Sobejano. Al lado del mercado, irá un polideportivo pensado como una gran ventana que se asoma a la ciudad, con un voladizo que cubre parte del café y la terraza. Con 2.800 metros cuadrados contará con una gran sala de deportes y otra para gimnasia.
El tercer elemento del futuro Centro Barceló es una gran biblioteca, que supone además el triunfo de la voluntad ciudadana (y un gran alivio para los arquitectos), que logró frenar el conjunto de viviendas que se contemplaba en ese privilegiado espacio de 3.000 metros cuadrados. La biblioteca, situada al lado del colegio ya existente, está previsto que se termine en septiembre. Y el final de la obra, presupuestada en 44 millones de euros, a principios de 2013. Y contará con un aparcamiento con capacidad para 582 plazas previstas, en principio, para la venta. Otro dato importante. La calle de la Beneficencia, estrecha y larga, que comunica con la muy comercial Fuencarral será peatonal y se ensancharán las aceras de Mejía Lequerica.
Una duda sobrevuela: si este gran proyecto llegará a su fin en estos tiempos de incertidumbre. Los arquitectos eso esperan. Mientras, la vida continúa y este nuevo centro persigue colaborar en hacerla más habitable.

Florida Park, el Retiro tropical

Artículo publicado por Patricia Gosálvez en EL PAIS, el 24 de febrero de 2012
La cubierta retráctil que, como un abanico gigante, abría la pista de baile del Florida Park al cielo madrileño nunca se usó. “Las poleas siguen ahí”, dice Alberto García Morell, gerente de la mítica sala de fiestas del Retiro. Se instalaron en los cuarenta para cubrir, en caso de lluvia, a los invitados de una boda de postín. Sin embargo, según cuenta este ingeniero de formación, “es de suponer que su movimiento haría temblar toda la estructura acristalada como si fuese a estallar en pedazos”.
García Morell es una mina de anécdotas de la sala que regenta desde hace 30 años, “la única que queda de su especie”. La historia del inmueble se remonta a 1814, cuando el rey Fernando VII se lo encargó al arquitecto Isidro González Velázquez. Esta parte noreste del Buen Retiro era su reservado, vedado al público, que podía acceder al resto del parque desde 1767. El rey mandó hacer en su recinto caprichos (quizás la categoría arquitectónica con el nombre más hermoso), pequeñas construcciones románticas de carácter recreativo muy en boga en el XIX, que simulaban casitas rurales o pabellones exóticos. La función de estas cabañas, quioscos o cenadores era, además de hacer bonito y ocultar instalaciones, recreativa: dentro se colocaban orquestinas, cosmoramas o autómatas. El arquitecto creó la Casita del Pescador, en el centro de un estanque, la Pajarera, la Montaña Artificial, la Casa de Fieras… y esta Noria o Casa del Contrabandista, que se llamó así por una colección de autómatas que representaban escenas andaluzas, entre los más vistosos un bandolero y un cura.
Aunque ha tenido varios nombres —Viena Park, Granja Florida— hasta llegar al actual, lo que sí fue desde que el parque pasó a manos del Ayuntamiento, es una concesión municipal. En la hemeroteca hay noticias sobre su arrendamiento desde principios del siglo XX. La más divertida, de 1926: el pleno municipal discutió un cambio en las condiciones del contrato, ya que un concejal se quejó de que en el supuesto balneario no se prestaba asistencia a los enfermos, pero sí se servían cervezas y bocadillos. “¿Por qué no modificar los pliegos de condiciones, dejando convertida esta casita en un centro de reunión, restaurante, café o cosa análoga para que los paseantes del Retiro tengan allí un sitio de descanso, en vez de continuar con la ficción de que aquello es un edificio sanitario?”, se preguntaba el edil.Entonces el edificio era mucho más pequeño que el actual. Se reducía al llamado Salón Pombo (por el poeta, un habitual), una sala circular y abovedada con una enorme lámpara de araña en el centro. “Pesa una tonelada y media, y genera la tensión que sujeta la cubierta de zinc, que sin ella saldría volando”, explica García Morell. El invernadero y la pista de baile se fueron añadiendo a medida que el edificio cambiaba de usos. Ha sido pabellón de caza, balneario, capilla, terraza-cafetería, vaquería… Durante la dictadura de Primo de Rivera fue un dancing, y un salón de té tras la Guerra Civil. Con la llegada de los estadounidenses a la base de Torrejón, se puso de moda como sala de fiestas. Luego hizo doblete como plató televisivo: alojó los programas musicales de José María Íñigo y los shows de fin de año. En su escenario hidráulico han actuado Tina Turner y Liza Minelli, Ken Follet (que tiene una banda de blues) y Montserrat Caballé, Julio Iglesias, Rocío Jurado, Lola Flores... “Pasar por el Florida era como torear en Las Ventas”, dice su encargado.
“El Florida Park es una joya arquitectónica e histórica, y debería ser protegida como el Folies Bergere”, dice García Morell en la penumbra de su restaurante, iluminado por dos palmeras de neón. “Este ambiente algo decadente es parte de su encanto y gusta mucho a los jóvenes”. A mitad de la cena saldrá un ballet español y luego se retirarán las mesas para una noche de house hasta las seis de la mañana. Si algo sabe este edificio es reinventarse.


lunes, 27 de febrero de 2012

Más de 1.500 millones de gasto si se obtienen los Juegos

Artículo publicado en EL PAIS, el 16, Feb, 2012
La carrera olímpica madrileña tiene dos etapas bien diferentes: la primera, entre el pasado martes y el 7 de noviembre de 2013, ya ha comenzado, y costará 30 millones de euros. La segunda, entre ese día y el 7 de agosto de 2020, tal vez nunca tenga lugar. Pero sí sucede, si la capital obtiene los Juegos Olímpicos de 2020, los organizadores prevén que genere unos ingresos potenciales de 1.400 millones de euros. La inversión pública en sedes deportivas ascendería a 1.586 millones, a los que habría que sumar otras infraestructuras (metro, tren, carreteras, etcétera).
El martes, Madrid 2020 entregó al Comité Olímpico Internacional el cuestionario técnico con el que aspira a convertirse en candidata el 23 de mayo. A partir de entonces, deberá demostrar que es la ciudad más cualificada para albergar los Juegos, una decisión que se conocerá el año que viene en Buenos Aires.
En realidad, el proyecto comenzó el pasado mes de julio, cuando el entonces alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, decidió presentar la candidatura madrileña tras los dos fracasos de 2012 (ganó Londres) y 2016 (ganó Río de Janeiro). Contaba para ello con el beneplácito de la actual regidora, Ana Botella.
 Desde entonces hasta el pasado martes, la candidatura ha gastado 2,95 millones de euros. Desde el martes hasta septiembre de 2013, espera gastar 26,82 millones más. En total, 29,77 millones de euros, de los que el 38% saldrán de fondos públicos (11,47 millones). El resto, de patrocinadores privados, mediante aportaciones “dinerarias o en especie”. Según el informe, se “contará con la participación de empresas españolas, algunas de renombre internacional, que ya demostraron su apoyo a las anteriores candidaturas”.
 En caso de obtener los Juegos, comenzará la segunda etapa, que implica un gasto hasta ahora desconocido. Los organizadores prevén unos ingresos potenciales por los Juegos Olímpicos de 1.400 millones de euros. De ellos, 596 provendrán de patrocinadores; 430, de la venta de entradas; y 104 de licencias.
 La candidatura no deja de repetir que Madrid cuenta ya con el 80% de las sedes deportivas y el 90% de las infraestructuras necesarias. Para construir lo que falta, el Gobierno central, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento se han comprometido a financiar las obras, y a “cubrir un posible déficit del presupuesto” olímpico. Este compromiso fue el que el Ejecutivo italiano se negó a aceptar, lo que obligó a Roma a retirarse el mismo martes de la carrera.
¿Qué gastos quedan por desembolsar?
El centro acuático se empezó a construir en enero de 2004. Los dos fracasos anteriores afectaron a las obras: en caso de no lograrse los Juegos, se convertirá en un polideportivo; si se consiguen, se remodelará entre enero de 2013 y abril de 2018 con una inversión pública de 80,17 millones de euros.
El hipódromo de La Zarzuela, que data de 1936, se empezaría a reformar en octubre de 2016 y estaría listo en noviembre de 2019. Costaría 23,99 millones de euros de dinero público. Entre septiembre de 2013 y marzo de 2015 se reformaría el puerto de Valencia para albergar las competiciones de vela, con un coste para el erario público de 42,76 millones de euros.
En cuanto a las nuevas infraestructuras, el centro de regatas de Getafe se construiría entre febrero de 2016 y febrero de 2019 con una inversión pública de 65,06 millones de euros. El canal de eslalon de La Gavia se construiría entre julio de 2017 y febrero de 2019 con una inversión pública de 10,91 millones de euros. El pabellón de voleibol de Coslada se construiría entre septiembre de 2015 y diciembre de 2018 con una inversión pública de 53 millones.
 El pabellón olímpico, el centro de hockey y el centro de tiro de Paracuellos se levantarían entre febrero de 2017 y septiembre de 2019 y requerirían de una inversión pública de 71,53, 58,23 y 18,88 millones de euros, respectivamente.
La Villa Olímpica costaría 914,98 millones de euros y se empezaría a construir en julio de 2015. El Centro de Prensa, 101,52 millones y se levantaría entre septiembre de 2015 y diciembre de 2018. El Centro de Radio y Televisión, 145,03 millones; se haría entre septiembre de 2016 y diciembre de 2018.
Además, el Real Madrid correría con la construcción de un pabellón de baloncesto, entre febrero de 2014 y septiembre de 2017, con un coste de 67,46 millones de euros. La Peineta, el estadio olímpico, costará 209,53 millones y se levantará entre noviembre del año que viene y octubre de 2015. Se sufragará con la venta de pisos en la ribera del Manzanares, en donde ahora se levanta el estadio Vicente Calderón y la antigua cervecera Mahou. El Atlético de Madrid se quedará el campo tras los Juegos. La constructora soterrará además un trecho más de la M-30.


EL ENSANCHE DEL FIN DEL MUNDO

Artículo publicado por Patricia Ortega Dolz en EL PAIS, 17 Feb, 2012
En el mundo hay muchos fines del mundo y uno está en Vallecas. Curiosamente le han puesto el nombre de “ensanche”: el Ensanche de Vallecas. Y después de ahí, la nada. Está al final de la Avenida de las Suertes y marcado con una señal de stop, acompañada de otra de "gire a la derecha". En metro, es la última parada de la línea 1: Valdecarros.
Siempre se ha imaginado el fin del mundo como algo sublime, algo capaz de provocar esa extraña sensación de vaivén entre el vértigo y el estremecimiento ante lo que se presenta como una contradicción abismal, como algo raro, inasible, capaz de escapar a los gruesos límites de la razón y de la lógica pero que, sin embargo, se impone, existe, está ahí, se puede tocar, ver... Y sí, en Vallecas hay un sitio así, un fin del mundo cualquiera.

Atraído por esa imagen desoladora llegó Hans Haacke, una artista nacido en Colonia (Alemania) en 1936 y afincado en Nueva York desde hace más de 40 años. Había llegado a Madrid en avión para ver a su amigo Manuel Borja Villel, director del Museo de Arte Reina Sofía. Hacía tiempo que querían trabajar juntos y estaban empezando a perfilar una idea. Corría el año 2010.
Mientras llegaba al centro de la ciudad en el taxi pudo ver, a su paso, enormes extensiones de terreno, con calles pavimentadas y farolas a lado y lado en medio de un espacio completamente vacío: “In the middle of nowhere” (en medio de ninguna parte), dice. “Al llegar pregunté qué era aquello y me respondieron que había muchos sitios así en la periferia de Madrid, tierras prometidas, donde estaban previstos grandes planes urbanísticos que, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, se habían abandonado”, cuenta.
Pidió hacer un tour por la periferia. Y fue en ese recorrido cuando descubrió la calle del Arte Conceptual, la del Arte Abstracto, la del Arte Figurativo, la de Eduardo Chillida… Y tantas otras vías del Ensanche: unas con edificios a medio terminar, otras delimitadas por esqueletos urbanos, otras con sólo los cimientos de las construcciones, otras con solares yermos, otras con edificaciones de cinco y seis plantas terminadas y plagadas de carteles de “se vende”, “se alquila”, “rebajas”, o “última oportunidad”… Alegorías de un sistema roto a ladrillazos y que ahora encuentran su representación artística en la tercera planta del Edificio Sabatini del museo madrileño, en una gran muestra con el nombre de Castillos en Aire.

GORKA LEJARCEGI
Era abril de 2008 cuando se anunciaba el Ensanche a bombo y platillo como “una ciudad que albergará más de 28.000 viviendas (la mitad de protección pública) con sus correspondientes equipamientos, ocupando más de siete millones de metros cuadrados, una extensión similar a la de la ciudad de Cáceres”.
La ejecución del proyecto, que tenía que haberse finalizado en el año 2006, sufrió grandes retrasos, por lo que los vecinos afectados se organizaron en torno a la Asociación PAU Ensanche de Vallecas.
  “El barrio se ha quedado, al menos de momento, en una acumulación de viviendas con pocos servicios públicos y altos impuestos. Se ha construido algo más del 70 % de las viviendas previstas pero menos del 25% de los recursos dotacionales planeados. De los grandes proyectos previstos, tan solo el centro comercial se ha llevado a cabo”, cuenta Rosa María Pérez Mateo, presidenta de la Asociación de Vecino del Ensanche de Vallecas, que se creó en 2006, año en que debía haber estado finalizado el proyecto.
“El Ayuntamiento firmó con nosotros un plan especial, que debía desarrollarse entre 2008 y 2012, en el que se comprometía a dotar al barrio con distintos recursos de los que tan sólo una pequeña parte se construyeron. Quedan pendientes aún un equipamiento cultural, un polideportivo cubierto, dos pistas polideportivas, un centro de día para mayores, el desarrollo del Parque de la Gavia, aparte de la urgente necesidad de terminar con los malos olores de Valdemingómez y la construcción de un instituto público, un centro médico de especialidades, otro centro de salud y la terminación de las zonas verdes del barrio”, enumera de memoria Pérez Mateo.
Las instituciones, contra las que Haacke tiene la costumbre de arremeter artísticamente y sin paliativos, están diluidas en la llamada Junta de Compensación, que ejerce de promotora del proyecto y que congrega a los organismos públicos (Comunidad y Ayuntamiento) y a las empresas privadas.
Pese a que el Ayuntamiento calculó en su día su inversión en 17 millones de euros, la amalgama burocrática que delimita las competencias de las partes (terreno vendidos a la empresa privada, dotaciones correspondientes a la Comunidad —de sanidad y educación— y las que se corresponden con distintas concejalías del consistorio —centros culturales, deportivos, sociales —) hace de cristal opaco que impide ver con claridad qué se ha hecho, qué queda por hacer y qué cabe esperar: “Habría que ir área por área”, dicen desde Urbanismo, donde se limitan a aprobar los planeamientos que la Junta va presentando.
El Parque de la Gavia fue presentado como uno de los puntos fuertes en la candidatura a las Juegos Olímpicos de Madrid 2012. Se asentará sobre el Arroyo de la Gavia y ha sido diseñado por el arquitecto japonés Toyo Ito. Pero está aún en construcción, así que, el resultado de este gran proyecto urbanístico es un lugar desangelado, con grandes avenidas solitarias, 21.000 casas construidas, más de una veintena de proyectos inacabados, miles de viviendas deshabitadas (se calcula que viven unas 35.000 personas en total, la mitad de las que preveía el Ayuntamiento) y una clamorosa falta de equipamientos urbanos. Allá, en los confines de Madrid.
“Ambas administraciones han visto en los nuevos desarrollos la manera de recaudar dinero por la vía de la venta de suelo, para luego olvidarse de que las personas que viven en esos barrios”, comenta Pérez Mateo.
En nuestra ruta artística por el Ensanche, Haacke señala: “Este es el único bar en estas tres manzanas”. Conoce ya estas tierras como la palma de su mano. “Y un poco más adelante, a mano derecha, está Ibercaja, el único banco”, apunta. “Está casi igual que hace dos años”, asegura, mientras sigue haciendo fotos compulsivamente.
Después de más de una hora y media hemos vislumbrado a lo lejos varias figuras humanas: un trabajador del servicio de la limpieza municipal que dormita en su coche aparcado bajo ese silencio sepulcral que sólo reina en esta clase de confines del mundo; un corredor y un ciclista, que pasan como una exhalación; una señora paseando a su perro, un adolescente con mochila y dos vecinos (de unos cuarenta años cada uno) que se cruzan a la entrada del portal de su edificio:
— ¡Hola!, cuánto tiempo.
— Si, nos vemos poco.
— Bueno pues Feliz Año Nuevo, me alegro de volver a verte.
— Lo mismo te digo.
Una conversación perfectamente normal si no fuera porque es 15 de febrero y hace mes y medio que comenzó el nuevo año y ambos vecinos comparten portal.
La gran idea del PAU de Vallecas, con siete millones de metros cuadrados, era “completar la trama urbana en el Suroeste para favorecer a los casi 70.000 vecinos que acogerá y a los 65.000 que residen en Villa de Vallecas”. De momento, son menos de la mitad porque son pocos los que quieren vivir allí y, y de lo único que parecen beneficiarse es del centro comercial de la Gavia, de la sucursal de Ikea ubicada al lado y de una estación de servicio que se anuncia con el cartel de “gasolina más barata”. Poco más.
La ciudad de la utopía ha fracasado. El Ensanche es la gran metáfora de un modelo de crecimiento basado en el ladrillo que ha muerto dejando toda una estela de desolación a su paso.

lunes, 20 de febrero de 2012

Ciclo Londres Ciudad disfrazada

Estimados amigos,

El próximo jueves 23 de febrero visitará la escuela de Arquitectura de Toledo el arquitecto Antón Capitel para impartir una conferencia dentro del ciclo "Londres ciudad disfrazada", titulada "Londres I: el ideal clásico"
La conferencia tendrá lugar a las 17:30 horas en el edificio 21.



domingo, 19 de febrero de 2012

El jarrón chino de Calatrava

Artículo publicado por Elena G. Sevillano en EL PAIS, 18 de febrero de 2012


El monumento que Santiago Calatrava diseñó para la ciudad de Madrid no es esa columna dorada inmóvil que entretiene la vista durante los atascos en plaza de Castilla. Lo que los madrileños han dado en llamar obelisco era una obra a caballo entre la escultura y la ingeniería que cobraba sentido cuando se ponía en funcionamiento y las casi 500 lamas de bronce que recubren su fuste empezaban a moverse empujadas por motores hidráulicos.
 Cuando eso sucedía, el monumento parecía girar sobre sí mismo y cimbrear a la luz de unos potentes focos que lo iluminaban desde abajo. Pero eso ya no sucede. La primera obra de Calatrava en la capital, un regalo de Caja Madrid con ocasión del tercer centenario de la entidad, ya nunca se pone en marcha. Es demasiado caro. Un jarrón chino que ha pasado de lucir a estorbar.
Mantener la columna y tenerla en funcionamiento varios días a la semana cuesta más de 150.000 euros al año, según el concurso público que sacó el Ayuntamiento de Madrid en diciembre pasado y de cuya tramitación informa ahora la página web municipal con un lacónico “en evaluación”.
En realidad el proceso está parado. "Es más caro de lo pensado", ha admitido el concejal de Cultura, Fernando Villalonga, que anunció su intención de “revisar el proyecto” con Caja Madrid, ahora Bankia. Lo que el Ayuntamiento va a pedir a la entidad es que se haga cargo de los gastos o, al menos, que los comparta. El trato original consistía en que la entidad financiera pagaba el diseño y la construcción de la obra y, una vez inaugurada, a finales de 2009, se la entregaba a la ciudad. Con el tiempo se ha visto lo envenenado de aquel carísimo regalo.
Las arcas públicas llevan pagados unos 40.000 euros en mantenimiento de la columna, según fuentes municipales. Y eso gracias a no haberla puesto apenas en marcha (82 días en 2010 y 45 en 2011). El monumento está inerte desde abril del año pasado, con la excepción de Nochevieja y Año Nuevo. La empresa que se ocupaba de la columna se cansó por los problemas del Consistorio madrileño para pagar con puntualidad y se negaba a encenderlo, pero en Navidad el Ayuntamiento le "exigió" al menos esos dos días, explican estas fuentes.
Ahora es la empresa que conserva el resto de monumentos de la capital la encargada de incluir la obra de Calatrava en las rutas de vigilancia y echarle un vistazo al interior de vez en cuando. El Ayuntamiento ha llegado a consultar a los ingenieros si se podría incluso inmovilizarla del todo.
“Un regalo simbólico que deja constancia del agradecimiento y cariño a la ciudad”, aseguró el expresidente de Caja Madrid Miguel Blesa durante la inauguración del monumento, a la que acudieron el entonces alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, y el Rey, pero no el arquitecto, que se excusó al estar en América.
Sin embargo, fue un regalo a medias. No se sabe con exactitud cuánto costó levantar la columna de 93 metros de altura y 230 toneladas. Caja Madrid se niega, aún hoy, a revelar el dato. Al principio se habló de un presupuesto de seis millones de euros, pero acabó doblándose, según fuentes conocedoras del proyecto. A medida que avanzaba la construcción, y a la vista de cómo se iba encareciendo, la entidad pidió al Ayuntamiento que lo “cofinanciaran”.
El acuerdo no consistía en que Madrid pusiera dinero. Lo que hizo la caja fue rebajar la inyección económica que su fundación destinaba a planes culturales y de protección del patrimonio de la capital mediante diferentes convenios. En lugar de eso, destinó esas cantidades a la columna. Las fuentes consultadas hablan de entre tres y seis millones de euros que dejaron de financiar proyectos culturales y de restauración de monumentos y se emplearon en levantar la obra de Calatrava.
Una columna que debía haber sido algo más alta, 120 metros, pero que se tuvo que rediseñar a causa de la dificultad del subsuelo, con túneles de metro y galerías de servicio. Finalmente se construyó sobre tres patas de acero que quedan escondidas bajo una estructura metálica y una losa de hormigón.
Habrá que acostumbrarse a ver el obelisco estático, como mucho brillando cuando el sol se refleja en sus láminas de bronce cubiertas de pan de oro. Las conversaciones con Caja Madrid pueden ir para largo y la economía de la ciudad no está para contoneos artísticos. “Es un lujo que la sociedad no puede entender”, asegura la directora general de Patrimonio Cultural de la capital, Carmen Rojas, encargada de mantener el monumento hasta que se resuelva qué hacer con él y, sobre todo, quién lo paga.
Publicado por Elena G. Sevillano en EL PAIS, 18 de Febrero de 2012



Hipótesis de Madrid

Artículo publicado por Mª José Díaz de Tuesta en EL PAIS el 17 de febrero de 2012 


Lo dijo la propia alcaldesa en su discurso de investidura el pasado 27 de diciembre: “Esta va a ser la legislatura del Plan General de Ordenación Urbana. Mi objetivo es que esté redactado al culminar la legislatura. Me gustaría que todos los madrileños se sintieran convocados a este proyecto. El Plan General tiene que ser un gran instrumento de participación y diálogo, de modernización y dinamismo. Un gran instrumento que nos permita crear las bases del Madrid del siglo XXI”. Aceptando la invitación de la alcaldesa, EL PAÍS ha pedido a cinco arquitectos y urbanistas de prestigio que expongan cómo debería actuarse para construir el Madrid del futuro. La época de las grandes construcciones ha terminado. Pero la crisis, coinciden todos, no tiene por qué ser freno para abordar lo más necesario.

ANDRÉS JAQUE: Construir lo mínimo

“Hay que mejorar la experiencia diaria de la ciudad. En las últimas décadas se ha consolidado en Madrid una constelación de parques de calidad, pero la experiencia de la ciudad es dinámica, y tan importante como los parques es cómo se conectan entre sí. La prioridad es, cambiando lo mínimo, habilitar corredores de alta calidad medioambiental que conecten el parque Juan Carlos I con el Juan Pablo II, con el parque Tierno Galván, con el parque de la Gavia, el parque de la Fuente del Berro, El Retiro, Sabatini, Madrid Río, Usera, la Casa de Campo, el Pardo, el parque del Oeste, la Ciudad Universitaria, la Dehesa de la Villa y el parque de Villa Rosa. En esos corredores deben habilitarse recorridos para bicicletas y peatones, pero también integrar los servicios públicos y el acceso a las instituciones culturales.

Madrid sigue siendo una ciudad con un centro muy activo y una extensa periferia poco articulada. El reto es cómo convertirnos en una ciudad policéntrica en la que cada barrio tenga sus oportunidades de interacción social. Sería estupendo poder detectar los lugares que ahora tienen éxito de convocatoria, como mercados de barrio, salida de los colegios, centros médicos, y agrupar ahí nuevos usos complementarios (guarderías, centros de día para mayores, locales de ensayo para músicos jóvenes). Muchas veces no hace falta habilitar nuevos espacios, sino jugar con los tiempos. ¿Por qué no usar los pasillos de los mercados, una vez que hayan cerrado sus puestos, como aulas de formación profesional para adultos?

Y, por último, en un contexto de crisis, el diseño de la ciudad tiene que fomentar la actividad económica. Es momento de inventar espacios para una actividad económica de escala micro. Y en esto hay que ser inventivos y facilitar el trabajo de gente con ganas de comprometerse en pequeños negocios, como business centers en espacios residuales de estaciones de Metro”.

LUIS FERNÁNDEZ-GALIANO: Ciudad, sí; urbanización, no

“Hay que apostar por la ciudad compacta y densa frente a la ciudad dispersa. Necesitamos más densidad, abandonar el modelo de urbanizaciones con chalés lejanos a los que hay que llegar con vehículo privado y regresar a los barrios densos, como los del centro, que permiten una ciudad más ecológica. Es una barbaridad la ordenanza de la Comunidad de Madrid que solo permite en el Vicente Calderón y la fábrica Mahou hacer casas de tres plantas y media y una buhardilla. Este modelo es profundamente enemigo de la sostenibilidad. Edificios más juntos no quiere decir más altos. La densidad del ensanche tradicional, como el barrio de Salamanca o el de Barcelona, es esencialmente buena. Y defender la ciudad jardín y dispersa por ser verde es un error absoluto porque es más costosa en infraestructuras, en mantenimiento, transporte, gasolina, calefacción... La densidad es sostenible y el cemento es más ecológico que el jardín.

Además, ahora es el momento de atender a lo pequeño, que da mucho más trabajo a la gente que las grandes realizaciones. En estos tiempos hay que dedicarse a tareas más pequeñas, como reparaciones y sustituciones de lo que existe con una puesta al día de una ciudad que tenemos cuajada en su forma. Por ejemplo, en Prado-Recoletos, quitar un carril es suficiente para dar dignidad a esa zona. Y hay que apostar por un urbanismo de sustracción, eliminar todo lo que sobra en las aceras atiborradas de señales, quioscos, pantallas y elementos inútiles. Hacer un urbanismo más digno. Delante del Museo Municipal han colocado una reja reduciendo el espacio público de la calle de Fuencarral que no deja ver la gran fachada. Son anécdotas ciudadanas, pero abordándolas se podrá conseguir una ciudad más limpia y amable.

SOL MADRIDEJOS: Sacarle partido a lo que tenemos

“En la etapa anterior se hicieron operaciones muy audaces y modélicas como la de Madrid-Río, pero queda mucho por hacer. Se debe apostar por la rehabilitación no solo de edificios, sino de espacios urbanos, y barrios como el de Tetuán. También en Azca, donde hay mala utilización del espacio público. En Madrid hay poca cultura de los espacios libres como parques, jardines, plazas. No se valoran como lo hacen en Barcelona o San Sebastián. No se les contempla como a otras edificaciones para las que hacen concursos públicos. No se trata solo de construir, sino de cuidarlos y valorarlos. Y revisar el catálogo de edificios protegidos. No proteger porque sí, sino incluir edificios del siglo XX de gran valor arquitectónico, como la torre del BBVA, de Sáenz de Oiza, o la de Catalana Occidente, de Rafael de la Hoz”.

JOSÉ MARÍA EZQUIAGA: Fortalezas y debilidades de Madrid

“Hay que empezar por reflexionar sobre las fortalezas y debilidades de la ciudad. Entre las primeras: la calidad de vida a pesar de todo, el peso de su historia, el valor del espacio público y su carácter abierto y cosmopolita. Las debilidades: el modelo de dispersión territorial debilita las actividades en el centro; las familias de mayor renta buscan espacios en la ciudad jardín y las de menor, en el área metropolitana.

La revisión del plan tendría que girar en torno a algunos principios: más transparente y sencillo; dar más voz a los ciudadanos y confiar en los colectivos de vecinos la gestión de los equipamientos públicos, como en Tabacalera; desburocratizar el proceso de concesión de licencias. Esto exige también una radical reducción de normas. Dejar espacios más abiertos a otros usos, como lugares de innovación donde quepan más alternativas. Por ejemplo, al final de Méndez Álvaro o en el entorno del río, donde hay solares vacíos.

Cada vez es más importante el microurbanismo, que no solo sean objeto del plan las grandes operaciones urbanísticas: lo pequeño también es hermoso. Y hay que permitir a la gente implicarse. Todo esto es muy difícil si no se coordinan el Ayuntamiento y la Comunidad, de tal forma que se puedan acercar a la ciudad la Sierra y los regadíos del Tajo, por ejemplo, que también son espacios verdes de Madrid.

En cuanto al Centro, hay que potenciar el espacio público, recuperar espacios para el ciudadano y reducir los del automóvil. Reverdecer la ciudad con corredores del centro al Río, reciclaje de áreas deterioradas, como Tetuán o Lavapiés. Y transformar otros espacios para distintos usos, como la Colina de los Chopos (Residencia de Estudiantes), los solares vacíos de Madrid-Río o la Ciudad Universitaria. También se pueden organizar ejes temáticos: Gran Vía-Prado-Matadero, Bailén-Atocha.

Y las nuevas urbanizaciones deberían ser objeto de un replanteamiento más radical y ocupar menos suelo para edificar. Si en un PAU caben 10.000 viviendas, que quepan las mismas en 60 hectáreas porque, a más densidad, menos coste y más espacio público. Y hacen falta más tipos de vivienda y tamaños, no solo la típica de tres dormitorios, y también que en los pisos pueda haber un centro cultural, un gimnasio…”.

BASURAMA (Juan López Aranguren): Autogestión y responsabilidad ciudadana

“Las ciudades tienen que tomar la responsabilidad y ponerse las pilas. Se deben crear lugares donde pueda construirse ciudad de forma que cualquier ciudadano, colectivo o agrupación pueda plantar árboles, poner un banco o una cancha de baloncesto. Por ejemplo, en las naves de Matadero que están vacías, en las naves industriales de las afueras o en los bajos comerciales. Hay mucha gente con ganas y capacidad de hacer cosas. Un ejemplo: abrir una oficina gratuita de arquitectos para orientar, como hacen durante el festival M3 de Barcelona. O un colectivo de arquitectos y albañiles que te ayude a construir. Son proyectos de autogestión para los que se necesita un marco de libertad y herramientas, no trabajos en una biblioteca que es una tomadura de pelo. El arquitecto ya no produce pensamiento ni crítica sobre lo que produce. Por eso, en lugar de heredar proyectos urbanos, que los propongan, y el Ayuntamiento dé las facilidades. Sería más barato y más ajustado a lo que se necesita.

Por otro lado, hay que dejar de hacer viviendas y recuperar las vacías. El primer problema es legal, que hace que a los propietarios les sea más rentable tenerla vacía que alquilarla. Por eso habría que penalizar las viviendas vacías. Y debe haber ofertas de vivienda para desplazamientos rápidos, para la mucha gente que se desplaza y no puede comprometerse a tener una vivienda fija.

En cuanto a movilidad, no está bien enfocada. No consiste en montar un carril-bici, sino en fomentar desde la Administración su uso como medio de transporte, montar rutas de casa al trabajo, cursos, talleres de arreglos de bici… Y todo se puede hacer con muy pocos recursos, con el dinero de un fasto se podría montar la ciudad. Alguna ya cuenta con rutas de calles tranquilas. El soterramiento de la M-30 solo ha favorecido al coche privado. En Sol, con una línea de Cercanías y el Metro, solo se fomenta la centralidad, en lugar de hacerlo en otros puntos. No se puede reducir todo al kilómetro 0. En la periferia, como Vallecas, Lavapiés o Tetuán, no hay nada, solo intentos de conectarlos con el centro y hay que hacer de esos barrios un centro atractivo. Lo mismo pasa con los PAUS, que no han generado vida propia y cada vez son menos sostenibles.

Y Madrid 2020 se hará en una ciudad ya esquilmada, un macroevento deportivo en una ciudad en quiebra. Estas políticas consumen muchos recursos que paga el ciudadano y aportan muy poco. Hay que cambiar el modelo, en lugar de un evento enorme apostar por otros más locales. Por ejemplo, el 15-M, que al ocupar Sol generó una llamada de atención enorme y después ir a los barrios a producir.







Un paréntesis francés, culto y escondido

Artículo publicado por Patricia Gosálvez en EL PAIS el 18 de febrero de 2012


Velázquez colocaba aquí su caballete para pintar los famosos cielos madrileños. “Eso cuenta al menos la leyenda y las vistas lo merecen”, dice Jean-Pierre Étienvre, director de la Casa de Velázquez, que mira, desde la Ciudad Universitaria, a la sierra de Guadarrama. En los jardines de esta mansión neoclásica viven hoy una docena de artistas alojados en elegantes “pabellones”, chalés adosados de dos alturas, con un apartamento en mezzanine y un taller de trabajo con un altísimo ventanal por el que entra la luz natural. Son en su mayoría jóvenes, de los dos sexos y de distintas nacionalidades, y comparten árboles, piscina y las vistas a la sierra que inspiraron al maestro barroco, hoy algo estropeadas por los focos del parking de la Moncloa (que está tan cerca que durante la Transición, había dos guardias civiles apostados en el tejado de la Casa). Los becados de esta residencia dependiente del Ministerio francés de Enseñanza Superior e Investigación son en total una treintena, entre artistas e investigadores de humanidades. Aunque no todos viven aquí, todos cobran un sueldo de 3.000 euros mensuales durante dos años con la condición de publicar una tesis o participar en un par de exposiciones. “Esto es una isla”, dice Étienvre, paseando entre los soleados parterres del jardín. “Un paréntesis del mundo real”.
La Casa de Velázquez es además un secreto escondido. “Estamos en el quinto pino y quienes nos conocen tienden a guardárselo para sí”, dice Étienvre, que es catedrático de Literatura Española en la Sorbona y fue becado de la institución que dirige a finales de los setenta. “La gran tentación para los que vivimos dentro es encerrarnos tras estas rejas”, admite el director. “Toda residencia tiene algo de conventual”. Pero en esta, la libertad es total: de temática artística, de horarios y de compañías. “Esto no es un Club Med, no es un crucero, aquí se viene a trabajar, pero la libertad es el nervio del artista y un artista enamorado siempre crea con mayor intensidad”, dice el director. Vive la France.
Para dar a conocer esta deliciosa isla francesa en Madrid se ha celebrado hoy una jornada de puertas abiertas (de 16.00 a 20.00). Habrá conciertos, exposiciones y una barra para tomar algo junto a la piscina. Se podrá entrar en las casas-taller de los artistas y conversar con ellos sobre su trabajo. “Queremos darnos a conocer”, dice el director de la institución, “dejar de ser un secreto después de tantos años”.
La idea de la Casa de Velázquez surgió durante la I Guerra Mundial, pero no se materializó hasta 1928, cuando Alfonso XIII —que había cedido el solar a los franceses— inauguró la obra: una mansión escoltada por dos torres herrerianas. Con los artistas ya viviendo en la Casa, continuaron las obras de alas laterales y pabellones hasta mayo de 1935, paralelamente a la construcción de la mucho más racionalista y moderna Ciudad Universitaria. Mal sitio, peor momento. Poco después, toda la zona se convirtió en el frente de la Guerra Civil. Una compañía de polacos del batallón Dombrovsky resistió en el edificio hasta la extenuación, y se conserva una orden de noviembre de 1936 que portaban unos dinamiteros agregados a la columna Durruti para penetrar en el alcantarillado y volarlo por los aires. Quedó destrozado, la escultura ecuestre de Velázquez que hay en la entrada, decapitada por un obús. Los artistas se mudaron a un palacete de la calle de Serrano hasta que, a mediados de los cincuenta, se decidió reconstruir el edificio. Conservaron el claustro, la biblioteca y la planta, pero las torres se caparon, quedando como terrazas a la italiana. La obra se realizó con los materiales y las calidades de la posguerra. “Las instalaciones estaban totalmente obsoletas, acabamos de salir de dos años de obras de adecuación”, explica Étienvre. También en parte por ello se celebra mañana la jornada de puertas abiertas, ocasión única para conocer este edificio desconocido y a los artistas que lo habitan. “Vivir aquí no es solo cómodo, también es creativamente efectivo”, dice Olivier Larivière, de 33 años, en la cocina de su taller apartamento, rodeado de grandes óleos con imágenes extremas de porno y tatuajes. “Cuando vuelva a Reims, buscaré un piso y un taller suficientemente grande para mis esculturas y para poder compartirlo con mi novia que también es artista”, cuenta por su parte Étienne Fouchet en su espacio de trabajo madrileño, donde el techo debe tener unos seis metros. “Será difícil encontrar un espacio concebido expresamente para la creación como este”, dice. “¡Y seguro que en ningún caso tendrá piscina!”. “Después de dos años, a los artistas siempre les cuesta tener que marcharse”, dice el director. “Este es su paraíso perdido”. Publicado en EL PAIS por Patricia Gosálvez el 18 de febrero de 2012





jueves, 16 de febrero de 2012

Rubio & Álvarez-Sala con Madrid Río Arquitectos en el Manzanares

Artículo publicado en Arquitecturaviva.com el 15 de febrero de 2012


Dentro de las actuaciones del plan Madrid Río, que comenzaron en 2004 con el soterramiento de la M-30, el Parque de Arganzuela ha visto triplicada su superficie, convirtiéndose en una zona verde de más de 230.000 metros cuadrados en torno al Manzanares. Inspirándose en las formas curvas del río, el equipo de Carlos Rubio y Enrique Álvarez-Sala junto a Burgos & Garrido, y Porras & La Casta, ha construido un Centro de Interpretación que busca integrarse en el diseño del parque y que aprovecha su situación semienterrada para disminuir el consumo energético mediante recursos naturales —ventilación natural, cubierta vegetal para un mayor aislamiento y una gran marquesina para la protección solar—; el edificio aprovecha además el agua de lluvia y la energía solar. Un vestíbulo de acero lacado con tratamiento de cera da acceso al centro, en cuyo interior se desarrolla un espacio expositivo diáfano de grandes luces cubierto por un falso techo de patrones sinuosos. También en Arganzuela, próximo al complejo cultural Matadero, Rubio y Álvarez-Sala han diseñado una nueva comisaría para la Policía Municipal, un edificio de carácter longitudinal formado por la macla de dos volúmenes con un voladizo y un alero que marca la entrada. Una doble piel de vidrio y chapa perforada hace posible minimizar el consumo energético; una cornisa corrida dispuesta en todo el perímetro actúa como visera de protección solar. 


Rubio & Álvarez-Sala


"El pais" en ARCO. Artistas a pie de calle.


Artículo publicado en EL PAIS, por FIETTA JARQUE el 10 de febrero de 2012 



Seis representantes del movimiento posgraffiti (Suso33, Sixeart, Spok, 3ttman, Neko y Nuria Mora realizan obras específicas para el stand El Pais en ARCO

Las ciudades hablan. Siempre lo han hecho. Los muros ejercen un atractivo a veces irreprimible, que lleva al ser humano a expresar en ellos sus deseos o necesidades más urgentes. A publicarlos. Así lo atestiguan, por ejemplo, las actuales investigaciones de un arqueólogo, Miguel Ángel Molinero, quien los fines de semana calca del interior del templo de Debod -en Madrid- los grafitis que, aparte de los jeroglíficos oficiales, se han venido acumulando durante más de 2.200 años. Hay inscripciones desde la época del imperio egipcio (un dromedario guiándose por una estrella) hasta las de los posteriores visitantes norteafricanos, árabes y europeos. Yo estuve aquí, viene a ser la afirmación más persistente y elemental.
Basta echar una mirada hoy a la mayoría de las grandes urbes del planeta para darse cuenta de que este impulso se ha convertido en un enorme fenómeno de alcance global. Hay coloridos y notorios grafitis desde Nueva York hasta Shanghái, de Río de Janeiro a Madrid, Bruselas o Dakar. Están por lo general en zonas degradadas, abandonadas o infrautilizadas tanto de los alrededores como del centro de las ciudades. Pintar en las calles ha sido la escuela también de los artistas urbanos que han evolucionado hasta crear estilos propios y una obra que entra tanto en los grandes museos de arte contemporáneo como en las galerías. Sin embargo, el vicio del grafiti no los ha abandonado. Son los artistas de la ciudad. En un momento histórico en el que las voces de la calle se alzan para hacerse oír, EL PAÍS ha querido prestar atención a un grupo de estos creadores del posgrafiti, invitándolos a su estand en la feria Arco 2012, que se celebrará del 15 al 19 de febrero en Madrid. Suso33, Sixeart, Spok, 3ttman, Neko y Nuria Mora realizarán obras específicas y también crearán en directo durante la feria algunas piezas que implicarán al público. Algunos de ellos fueron invitados en 2008 a pintar en la fachada de la Tate Modern de Londres. Momento cumbre de su reconocimiento, en el que se considera uno de los templos del arte contemporáneo.
Pero no se puede ignorar que hay una guerra enloquecida entre los Ayuntamientos y los grafiteros. Una guerra cara. Madrid gasta anualmente unos seis millones de euros en limpiar cerca de 45.000 pintadas. Barcelona, alrededor de cuatro millones; Zaragoza, 1,3 millones; Valencia, 850.000; Bilbao, 556.000; Málaga, 500.000; Alicante, 360.000; Valladolid, 300.000. Renfe gastó a finales de 2010 unos tres millones de euros en limpiar sus vagones e instalaciones, con un perjuicio económico que ellos cifran en unos 9,5 millones anuales. Las empresas fabricantes de mobiliario urbano -particularmente marquesinas para autobuses- se ven obligadas a sustituir mamparas en las que se ha intervenido no solo con pintura, sino con ácidos o instrumentos punzantes. Las multas a los autores pueden llegar a los 6.000 euros. También han surgido muchas empresas dedicadas a la limpieza de grafitis. Perseguidos y denunciados, los grafiteros persisten. ¿Por qué? ¿Son todos lospintores iguales? ¿Qué pretenden? ¿Están organizados? ¿Son delincuentes, artistas, gamberros? Hay de todo. Tags que afean y empobrecen el aspecto de la ciudad. Pinturas que, por el contrario, intentan dar un aire distinto a lugares abandonados. Murales que los vecinos agradecen. Están los grafitis invasivos y sucios, sin respeto por monumentos arquitectónicos. Quizá por eso han surgido etiquetas para desmarcarse de esa actitud. Lo que se está llamando street art, arte urbano o posgrafiti. Tendencias más creativas, que son en las que se enmarcan estos artistas. En el centro de la capital comparten piso y taller varios grafiteros. La puerta de calle está pintada con figuras y letras de colores, pero también lo están los portales de los comercios de la manzana. Los propios tenderos lo han pedido y algunos se siguen acercando a ellos para que pinten sus cierres metálicos o decoren sus establecimientos. "Al menos dos veces a la semana recibo llamadas para que decore o pinte algún lugar", dice Spok. Se llama Félix, tiene 33 años y nació a pocas calles de allí. Empezó a pintar grafitis en 1989, estaba en sexto. "En el colegio todos pintaban. Hacíamos firmas con rotulador sobre carteles en el metro. No comencé a usar spray hasta 1993-1994". Sigue haciéndolo, pero lo compagina con los encargos comerciales. No le falta trabajo.
Hay una especie de código ético entre grafiteros que sanciona a los que pintan encima de otros. Suelen ser pandillas con nombres de batalla, que usan el grafiti para señalar su territorio y crean situaciones de violencia o conflictividad. Spok prefirió desmarcarse de ellos. "No hay reglas universales, es la ley del más fuerte. Yo iba con mi grupo de amigos hasta que me di cuenta de que la sensación de grupo no era real. Luego me fui juntando con otros más por afinidad en el estilo de grafiti. Hoy ya es algo casi corporativo, un rollo profesional". Spok también pinta cuadros en un pop surrealista con toques de ciencia-ficción, cercanos a la imaginería del cómic. Lo que domina en ellos es la arquitectura, la fuerza de la ciudad atacada por personajes extraños.
Sixeart nació, vive y pinta en Barcelona. Tiene 36 años, se llama Sergio y prefiere usar su segundo apellido, Paredes, más cercano a sus aficiones. Tiene una risa y un buen humor contagiosos. Y eso se nota en sus pinturas coloristas, casi ingenuas. Lleva dos décadas dejando su impronta en las calles y trabaja a la vez con varias galerías de arte en Barcelona, Los Ángeles y Bruselas. Es autodidacto. Ahora vive de su arte, pero ha pasado muy malos momentos. "Al principio conocí a unosbreakdancers que me llevaron a pintar. Pero después me fui alejando. Prefiero ir solo, aunque mantengo cierta camaradería con algunos grupos", cuenta Sixe. "Un día entré en el taller de un artista y descubrí que se podían pintar cuadros. En realidad, pintar grafitis me ha preparado para entrar en el mundo del arte. Me ha culturizado".
Una de las particularidades del entorno del grafiti es que viajan por todo el mundo. Hay una especie de red de intercambio por la que conectan con otros grafiteros en cualquier ciudad del planeta y consiguen alojamiento y compañeros de aventuras. "Es parecido al mundo del rock, solo que sin dinero ni groupies", afirma Spok. El que menos ha estado en casi toda Europa, Brasil, México, Estados Unidos, Singapur o China. Esa globalización hace que en cada gran ciudad haya un auténtico muestrario internacional de grafitis. "Puedes ir a casa de cualquiera por el hecho de pintar", dice Sixeart. ¿Por qué sigue pintando en la calle? "Me atrae la arquitectura, los solares baldíos, las vías de tren, los sitios muertos en el centro de la ciudad", y añade: "Ahora Barcelona es una ciudad gris, cubren con pintura de ese color todos los grafitis", se lamenta. Aunque no del todo. Está en la naturaleza del grafiti su fecha de caducidad, su desaparición. Todos lo aceptan y están hechos a ello.
Sixeart dice que tiene un máster en calle. Hace unas semanas dio una conferencia en la Fundación Miró. "No sé por qué me comparan con él, un honor que no creo merecer. Es por los colores, creo. Aunque en algo coincidimos, y es que él, como yo, era un amante del arte primitivo".
Los artistas urbanos se mueven, viajan. Y algunos se quedan. 3ttman es un francés, de Lille, de 33 años. Se llama Louis Lambert (primo del actor Christophe Lambert) y hace cinco años que se instaló en Madrid. Empezó tarde a pintar grafitis, a los 20. Trabajaba ya en publicidad y diseño gráfico. Se sentía frustrado. Empezó con un amigo a crear y dejar pegatinas por la ciudad, luego pintaron con plantillas. "No me atraía la parte de vandalismo del grafiti", dice Louis. "Comencé a pintar sobre carteles publicitarios, espacios que ya estaban contaminados. Me interesaba jugar con la propia publicidad, con ironía. La gente pasaba y sonreía. "Lo bueno de la calle es que es libre. Las reglas las pones tú. El público suele ser receptivo. Nos interesa esa respuesta inmediata", afirma. Se quedó en España precisamente porque la gente hace mucha vida de barrio. "La calle es vida", subraya.
Suso33 dice que han llegado a aplaudirle en la calle mientras pintaba. No es sorprendente. Él no solo pinta, es un espectáculo. Prefiere no dar su nombre auténtico, "como Lola Flores", dice. Nació en Madrid en 1973. Ha evolucionado del grafiti clásico a puestas en escena que llegan a involucrar a bailarines o músicos, además de grandes proyecciones de vídeo. Es arte en acción. Con la espontaneidad y rapidez del grafiti. Lleva pintando desde los once años y no pasa una semana sin que deje una nueva marca o pintura en la calle. "La persecución es parte del grafiti", dice, pero, como los otros, prefiere no incidir en ese aspecto. Que no haya héroes ni villanos. "Mi intención es no hacer daño. Pintar en un solar no es igual que hacerlo en el centro de la ciudad. Es un sitio abandonado". Suso33 estudió Bellas Artes un par de años. "Por entonces el grafiti estaba mal visto en la Facultad, hoy me llaman a dar conferencias y hasta a dictar clases", afirma. Pero lo que diferencia su trayectoria es que ha trabajado años pintando escenografías para televisión, teatro y ópera. Directores como José Luis Gómez, Lluís Pasqual y Gerardo Herrero han sido sus maestros. "De ahí me viene lo de pintar en acción, el cuidado de la iluminación y el sonido". Incluso el vestuario. Suso33 lleva un mono que combina el superhéroe de barrio, el payaso y un personaje de la Commedia dell'Arte. "Hago teatro del grafiti", dice.
Neko en vez de teatro hace escapismo. También se disfraza, se oculta. Es el menor de estos artistas. Tiene 28 años, es de Madrid y sus acciones son más arriesgadas. Uno de sus objetivos son las marquesinas de las paradas de autobús. Se hizo con unas llaves maestras que abren las puertas de vidrio donde se ponen carteles publicitarios. Él los quita y deja al descubierto los fluorescentes que pinta de colores o decora. El efecto que logra es el de unas hipnóticas cajas de luz en plena calle. Sabe cuál es su marco de referencia en el arte contemporáneo, desde Dan Flavin hasta Robert Irwin o James Turrell. "Soy un artista conceptual, me interesan los procesos", dice.
Empezó con el grafiti a los 13 años después de ver plantillas en su barrio, entre Alonso Martínez y Chueca. "Comprendí que en las paredes había mensajes", apunta. "No es solo rebelarse, es expresarse". Neko se expresa con claridad y profusión. Un discurso bien pensado que se conjuga con una actitud vital coherente. Vivir con lo mínimo. Tirar al blanco. "No vivo de vender mi arte, pero vivo de mi arte", dice con satisfacción. Quiere mantenerse en el underground y a la vez llegar al máximo público posible.
También tuvo pandillas y las dejó. "Llegó un momento de desencanto. No me gustaba vandalizar porque sí". Por eso sus acciones están cuidadosamente diseñadas. Si bien ha trabajado mucho con ácidos que dejan los cristales marcados, ahora dice estar desarrollando otra posición. Lo llama ecografiti. "Se trata de intervenir la ciudad sin que las superficies se dañen. Que se puedan limpiar", señala. Sus perseguidores se quedarán perplejos ante esta afirmación. Pero Neko quiere continuar con lo suyo y conciliar posiciones. "No soy un antisistema", afirma. Pero lo dice sin ablandarse. "Yo sé que hago lo correcto aunque las leyes digan lo contrario. Nadie se para a escuchar lo que tenemos que decir. ¿Me van a detener por pintar un corazón en la puerta de una casa abandonada? ¿Cómo puede ser ilegal lo que hace Nuria?".
Nuria Mora no es la última de esta lista. Es la primera. Es como la Chrissie Hynde o la Patti Smith del entorno del rock llevada al terreno del arte urbano. Un caso aparte. Mujer fuerte (pero amable) en un mundo de hombres. Porque Nuria, madrileña de 38 años, no viene del grafiti convencional. Nunca ha usado spray, sino pintura. Empezó a pintar en las calles en 1999 con Eltono. Antes había estudiado arquitectura de interiores y pasado por la Facultad de Bellas Artes. Decepción. Falta de perspectivas. "Pintar en la calle me enganchó desde el primer momento", admite. Y sigue haciéndolo. Es hija de un arquitecto y de una madre hábil en manualidades. Ambas herencias la han marcado. Sus diseños son por lo general geométricos, abstractos. Unas líneas y campos de color precisos transforman una pared desconchada en algo digno de verse. "Al irme a vivir al centro de Madrid me di cuenta de cómo se estaba degradando. Busco sitios que guarden la memoria de la ciudad, lugares abandonados. Quiero ponerlos en valor".
Es también una forma de señalar las estrategias de un urbanismo que manipula al ciudadano. "Esas vallas publicitarias por todos lados, que impiden pensar y cortan la visión del entorno. Las plazas duras donde los niños ya no pueden jugar ni los mayores relacionarse con sus vecinos. Solo sirven para mercadillos, para incitar a comprar. No a jugar y hablar. O esas barreras a lo largo de las calles que solo tienen pasos de cebra a las puertas de los grandes almacenes. No se trata de transgredir para ir en contra de las normas urbanas. Es que están destruyendo el centro de la ciudad con un diseño mercantilista. Pintar en la calle es una manera de reivindicar el espacio ciudadano, de humanizarlo. Que la gente descubra algo que ver". Es su manera de hacer que la ciudad hable.